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jueves, 30 de julio de 2015

Conducción política de equipos de trabajo


Hoy mientras volvía de trabajar de Azul recordaba lo siguiente en relación a los profesionales del ámbito de las ciencias humanas y el trabajo en el estado:

Que difícil que es conducir y evaluar las prácticas de los profesionales que trabajan esencialmente con lo abstracto de la subjetividad desde un equipo interdisciplinario, es decir, que trabajan con aquello que no es tan fácil de “ver” o “recortar” científicamente en los seres humanos.

Sean docentes, trabajadores sociales, psicólogos o acompañantes terapéuticos, todos tienen un doble desafío en el trabajo de dependencia: por un lado responder a una ética profesional, y por el otro, 
responder a una solicitud de trabajo de un “superior” o jefe. Y si ese trabajo de dependencia es en el ámbito gubernamental o en relación a este último como en una ONG, le debemos agregar a este estado de las cosas,  la dimensión política partidaria o de gobierno.

Estas preguntas y reflexiones no me son lejanas ya que alguna vez me ha tocado conducir equipos de profesionales y educadores, como así también lidiar con la tensión entre los objetivos políticos y los técnicos.

Ahora bien, pensemos en las opciones o estrategias que el conductor o “jefe” tiene frente a un equipo interdisciplinario, ya sea para evaluar las prácticas laborales e individuales de cada profesional, para evaluar el impacto del programa o institución en la comunidad desde su objetivo político, o simplemente para evaluar el funcionamiento institucional general. Ahora, también deberá pensar estratégicamente como incluirá ese equipo de profesionales de forma coherente con lineamientos políticos de un área, o con los lineamientos de las legislaciones que regulan las prácticas profesionales (la de niñez, la de salud mental, etc.).

Estrategias posibles del conductor:

  • 1.       Confiar plenamente, y de forma anticipada a la evaluación sistemática, que la capacidad de trabajo y la dirección político/ideológica de su equipo de trabajo REAL coinciden exactamente con lo que el mismo piensa, fantasea o proyecta.
  • 2.       Focalizarse solamente sobre el “hacer visible” y el cumplimiento de órdenes y horarios de trabajo. Este es el clásico ejemplo en donde lo importante es que un trabajador social haga muchas visitas y que un psicólogo al menos escuche a un pibe de vez en cuando (cuestiones que cualquier ser humano puede realizar sin ningún tipo de formación). No importa el “cómo” y el “para qué”, sino en “cuánto”. Es la aplicación de la lógica de la industria capitalista al campo profesional.
  • 3.       Hace hincapié solo sobre el factor emocional/orgánico. Es decir, el típico caso en el cual el empleado “si tiene buena onda conmigo que soy el jefe está todo bien y seguro que trabaja impecable”, como así también, su contrapartida: “si no me cae bien, seguro que trabaja muy mal”. En esta dimensión también se juega el factor narcisista del jefe, es decir, la situación en donde el empleado presenta propuestas o proyectos para mejorar o crear “algo” que al jefe no se le había ocurrido antes, y que este último vivencia muy neuróticamente como un señalamiento adrede de su propia falta, en vez de una invitación a la construcción de un saber colectivo. De esta última situación, a menudo, se desprende la famosa “rivalidad especular”, o duelo, de ver quién es el más apto, cuestión que muchas veces desconcierta hasta al propio empleado.
  • 4.       “Ojos que no ven corazón que no siente”, dice el dicho, y refiere a la estrategia por la cual el jefe simplemente pide el no enterarse de ningún conflicto o desequilibrio, sin interesarle mucho que se hace y que no se hace, y mucho menos el cómo.
  • 5.       El jefe que tiene mucha condición de liderazgo o militancia y que sabe que es fundamental contagiar en sus empleados con una misma idea-fin, o una ideología a seguir, o un objetivo que sea compartido por todos,  y que por sus características individuales de conductor puede hacerlo, pero descuidando la formación y capacidad técnica profesional de su personal.
  • 6.       La estrategia del funcionario “proveedor”. Es aquella por la cual, el jefe o referente cree o siente que su rol empieza y termina solo en brindar las condiciones materiales para ese equipo funcione. Sean edilicias, sueldos, herramientas o insumos para talleres.
  • 7.       Y por último, la estrategia que implica formarse mínimamente y de forma general en relación a las distintas disciplinas de su equipo interdisciplinario, para poder entender tanto el recorte de su “objeto” de intervención, su “encuadre” de trabajo, y como piensa cada uno su “campo” de acción (nótese que objeto, encuadre y campo son conceptos importantes referidos a la formación y praxis de todo profesional de las ciencias humanas). Dicho conocimiento es necesario para hacer “encajar” correctamente ese equipo dentro de una estrategia más global, institucional y política.

Tal vez haya otras posibles, pero creo que estas han sido las más recurrentes en mis experiencias laborales, y en las de otras personas con las que he dialogado.

Ahora bien, se darán cuenta que ninguna de las estrategias es si misma puede ser efectiva de forma sistemática y seria en la conducción y evaluación de un grupo de trabajo profesional e interdisciplinario en ciencias humanas. Sin embargo, es lo que uno se encuentra a diario en el quehacer laboral y sobre todo en el ámbito público. No obstante, no decimos que pensar y ejecutar una estrategia de conducción y evaluación superadora a las ya listadas, sea tarea fácil, pero si necesaria sí que es que queremos generar un dinamismo de avance orgánico, institucional y coherente ideológicamente.

Lo que estamos diciendo es sencillo: la ausencia o mala conducción es responsabilidad plena del que tiene la responsabilidad orgánica para conducir. Es decir, el jefe.

A menudo claro, es más fácil poner la falta en el empleado/técnico ya que se encuentra en una posición a-simétrica de ejercicio de poder con el jefe o líder, que establecer una autocritica o revisión por parte de este último. Dicha tarea implicaría una verdadera construcción colectiva entre ambos roles. Tampoco creemos que el horizontalismo sea una solución válida, ni que promueva institucionalidad orgánica, sino todo lo contrario. Ya en otro lado proponíamos lo que llamamos “horizontalismo centralizado” como modelo superador a las perspectivas verticalistas y las plenamente horizontales: http://rizoma-grupos.blogspot.com.ar/2012/03/el-horizontalismo-centralizado-como.html

En relación a la experiencia en conducción institucional, como así a mi formación en políticas públicas y en teoría y técnica de grupos, vamos a proponer lineamientos generales de lo que podríamos llamar a nuestros ojos, una verdadera estrategia de construcción político-institucional:

1.       El perfil de conducción debe incluir:
a.       Un diagnóstico de la propias limitaciones y saberes, como así también de las habilidades y “puntos fuertes” de su propia personalidad.
b.      Predisposición al cambio en función al intercambio con los empleados.
c.       Disponibilidad para aprender más ala de lo que ya sabe o de lo que siente que sabe o debe saber.
d.      Conciencia de la responsabilidad política y de conducción con respecto al funcionamiento de ese equipo y área de trabajo.
e.      Perfil de liderazgo por sobre el perfil de jefe. El primero implica empatía y ejemplo.
f.        Habilidades de persuasión y convencimiento en torno a la dimensión más ideológica o abstracta (no tiene que ver con las acciones concretas, sino con el plano de las ideas).
g.       Disponibilidad para escuchar a todos.
h.      Debe ser un militante. El conductor en lo público, no puede no ser un militante, ya sea del partido político que gobierna, o del estado como concepto, o de una ley. Un líder sin militancia es simplemente un jefe, y la opción de conducción que le queda es la del clientelismo político o el autoritarismo.

2.       La estrategia de conducción:
a.       Aprender mínimamente sobre las disciplinas de los empleados. Lo cual va a posibilitar entenderlos, evaluarlos y empoderarlos o formarlos desde su propio “lenguaje”.
b.      Establecer en un lugar privilegiado las instancias de planificación colectiva, como por ejemplo las reuniones de equipo (ver horizontalismo centralizado). No alcanza con solo juntarse, hay que conducirlas y dinamizar una construcción colectiva del saber y una apropiación de lo producido en cada persona (sino todo queda solamente en meros dichos).
c.       Una evaluación de los procesos individuales de los empleados, del proceso institucional y del impacto de las intervenciones que ese equipo realiza en la comunidad. Estas deben ser acciones sistemáticas, que pueden tener que ver con las reuniones de equipo o con una “plantilla” de funcionamiento institucional y de procedimientos que podemos revisar e cualquier momento (registros de intervenciones, actas, etc.).
d.      No alcanza con el hacer. El saber debe orientar el hacer y ese hacer debe ser coherente  con legislaciones, con determinada ideología política de conducción, con cierta idea-fin de la institución, y otras características “abstractas” que hacen a la direccionalidad del funcionamiento. El establecer ese norte, es responsabilidad ineludible del conductor.
e.      Los perfiles de personalidades y los perfiles profesionales deben ser acordes al objeto de trabajo de la institución. No todos los tallerista pueden trabajar desde una perspectivas de derechos en niñez, ni todos los profesionales con perspectiva de género, etc., más allá de su formación académica. También es necesario entender que un título no garantiza un saber específico, ni que un saber especifico garantiza un “saber hacer2 en lo concreto.
f.        El conductor debe promover y posibilitar la continua formación de su equipo de trabajo. No solamente para actualizar y recordar la propia formación, sino también para revalorizar y reconocer su rol específicamente profesional.



Continuará….


 Luciano Palacios








lunes, 20 de julio de 2015

Dualismos... hombre mujer - capitalista proletario

"Las relaciones de poder se ejercen en la medida en que hay una diferencia entre fuerzas".

Y no hay "diferencia" mas estrategica que aplicar un disvalor o valor a uno de los terminos en un binomio ontológico.

sábado, 4 de julio de 2015

Feminismo(s) y Machismo(s). Genero y violencia.


He aquí, un descargo mezclado en una ensalada académica, que considero necesario que empecemos a degustar..

Si hay algo que nos enseña la psicología y que luego uno refuerza trabajando en Educación Sexual Integral, es que no puede haber un abordaje de la sexualidad serio sin la presencia de una reflexión hacia unx mismx, y si pensamos particularmente en la "seriedad" de algunos feminismos (así, en plural), tendremos razón para pensar y escribir mucho debajo de estas líneas.

Ahí vamos…..

Llamo "feminismo serio" (para no inventar un neologismo) a aquel movimiento político, cultural, ideológico, social e individual que lucha por la igualdad de derechos entre las mujeres y los hombres, como así por la equidad en el acceso a las oportunidades para la participación social (trabajo, política, educación, etc.). Entiendo este movimiento como una problematización del machismo y el patriarcado, y no de los seres humanos que entran en la categoría anatómica de varones. El “feminismo serio” también incluye la problematización del machismo y el patriarcado presente en las mujeres.

Vayamos al punto. Siento que hay muchx pseudo academicistas y militantes que andan por ahí enarbolando las banderas de determinado feminismo, y que lo único que terminan haciendo es una formación reactiva al machismo. Es decir, crean un feminismo basado en el odio hacia el machismo y al patriarcado, y que no es lo mismo que  creado o basado en el “amor a la concepción ideológica de la equidad y la igualdad de derechos".

También pienso que a menudo algunos "ismos", ahora "fem", llegan al punto de desconocer al otro como igual en tanto sujeto de derechos y como "categoría ontológica", tal como ocurre en el "ismo" del tipo "mach". Si bien los “ismos” siempre hacen alusión a la ideología en el plano de la universalidad y en la negación de la particularidad, hay que tener en cuenta las implicancias y alcances que esa universalidad tiene sobre lo diverso o distinto.

En síntesis: Me da la impresión que a veces, de repente, el machismo deja de ser un discurso productor de subjetividad (Lacan Foucault, Deleauce), para pasar a describir e incluso nombrar a todos los seres humanos con pitos y heterosexuales. Y debo decirlo, me da por las bolas, porque tengo pito, soy heterosexual, no me considero machista, problematizo el patriarcado y critico mi posición heteronormativa todo lo que puedo, en cada cosa que hago, y con mucho más énfasis en mi ámbito laboral.

Leer esta diferencia de “enfoques” es fácil y todxs la entendemos, pero ejercerla sin pensarse a si mismx como seres individuales y subjetivizados, es muy difícil, y más aún cuando uno encarna un “ismo” desde una fuerte impronta emocional y autobiográfica.

Algunos ejemplos de discursos desde estos feminismos “no serios”:

“Los hombres deben renunciar a su lugar de privilegio social”. Y muchxs, seguramente, pensaron primero en el ámbito laboral y político. Ahora bien, ¿Quién y cómo se determina cuando un varón accede por su propia capacidad y no por su condición de género masculino, a un puesto laboral o político?”… Se ve como lo universal del discurso, y casi sin darnos cuenta, termina negando lo particular. Podemos ir más allá aún: a menudo se entiende el acceso “previliegiado” del hombre a determinados puestos, como una CONDICIÓN NECESARIA de que la paso bárbaro, y que nunca sufrió ni padeció los avatares del machismo y el patriarcado. Y seguramente, una ultra feminista antes de terminar de leer esa frase pensará: “no en la misma medida, o no es ni parecido”, y yo les pregunto ¿Quién y como establece una “regla de medición” del sufrimiento y la angustia?. Pareciera como si la exigencia del “hombre proveedor”, del “hombre exitoso”, o la soledad existencial de “los mujeriegos”, la “imposibilidad” de demostrar emociones abiertamente, o los mismos varones que no pueden escapar a la mirada y expectativas del otro, fueran tipos de sufrimiento de “segunda mano” frente a la angustia de las mujeres por la desigualdad de género. Los varones también somos víctimas del machismo y la lógica patriarcal., y que no quepa ninguna duda de que también sufrimos sus consecuencias.

“Cualquier hecho de violencia hacia las mujeres es violencia de género, sin importar la violencia de la mujer hacia el varón”. Hoy en día esto es muy común de escuchar, debido a la oportuna visibilidad que nuestra sociedad le ha otorgado a las problemáticas de violencia de género. Pero acá tenemos que distinguir algunas cosas. No es lo mismo decir “violencia hacia las mujeres” que decir “violencia de género”. La primera proposición hace alusión a la condición biológica, anatómica o de identidad de género, mientras que la segunda refiere exclusivamente al “genero” como categoría. Y no se puede hablar de género sin hablar de estereotipo de género. Toda construcción de identidad de género se basa en estereotipos, ya que este ultimo es una construcción de consenso social. En cambio, la identidad de género está conformada por el “estereotipo para determinado género” mezclado con la individualidad o elección de esa persona singular. Esto es lo que explica que una travesti con identidad de género femenina quiera vestirse con un vestido y se pinte los labios. Esto ocurre porque esa vestimenta particular está dentro de los objetos socialmente reconocidos del género “femenino”, pero tranquilamente podría usarlo un varón heterosexual como ocurre con las polleras en escocia. Entonces, desde el punto de vista de derechos y sufrimientos ¿Por qué es distinta la violencia hacia las mujeres que la violencia hacia los varones?... y Acá aparecen los discursos asociados a la “potencia física” de ellos, argumento que entra en tensión con el hecho de que dentro de las violencias hacia las mujeres se le otorga una importancia privilegiada a la violencia psicológica, porque “muchas veces” es la condición posible de la violencia física posterior. Si esta violencia psicológica es igual de importante que la física, invalida al discurso de que “la potencia física” sea la “variable determinante” de la idea de “violencia hacia las mujeres”. Por lo tanto considero más apropiado el término “violencia de género”, porque hace eje en la desigualdad existente entre ambos géneros, como así también en el hecho de que los varones tenemos ciertos privilegios por medio del consenso social, y que habilitan a algunos a ejercer violencia con cierta o total impunidad, pero que en modo alguno evitan que las mujeres la ejerzan. Diciendo esto, también debemos decir que no siempre la violencia de género es entendida como tal, sino que es entendida como violencia hacia las mujeres. Y esto lleva a no “pensar”, investigar o establecer las razones de esa o esas violencias. Muchas veces ocurre, y lo he visto varias veces en el Servicio Local (en la minoría de los casos), en donde una situación de mutua violencia entre ambos géneros se visibiliza como una situación de violencia de género (es decir, en esos casos en los cuales la  variable “desigualdad de género” no es determinante de la situación de violencia), y por ende se llega a la victimización total de la mujer y a la culpabilización total del varón. Como dijimos, estos casos son minoría, y la mayoría de los casos ocurren al revés:  un juez machista resolviendo a favor del tipo que ejerce la violencia de forma sostenida, en post, a la “unidad familiar” entre otras escusas simplistas. Como dijimos antes, ciertos intentos de generalizar violentan la particularidad. Y eso no será violencia de género, pero sin dudas es violencia. Desde esta posición adhiero a la lucha contra la violencia de género, pero no estoy de acuerdo con entenderla como violencia hacia las mujeres porque hace eje sobre la identidad y no sobre el género. Por otro lado, como varón heterosexual, me gustaría también sentirme protegido frente a la violencia que una mujer pueda ejercer sobre mí, sobre todo en términos psicológicos y patrimoniales. Es más, también frente a la posible violencia institucional, que puede ocurrir en el marco de la sensibilización política y social que hay dentro de la llamada “violencia de género”, se pueda usar en mi contra como un simple castigo. En este contexto ¿es más importante que un varón le diga “puta” a una mujer que una mujer le diga “puto” a un hombre? (siempre entendiéndolo como agresión, claro, porque otro “problema” concreto está en la situación de diagnóstico de la problemática, porque las palabras y la “violencia” psicología no se pueden descontextualizas, ni generalizada en su semantica particular. Por eso es importante la formación en perspectivas de género de los profesionales encargados en abordar estos temas (y no en un mero protocolo de como simplificar situaciones complejas privilegiando a la mujer en la interpretación).

“El caso Barreda es un feminicidio”: Se ha escuchado muchas veces esta afirmación y es por todos lados falsa. ¿Todas y todos saben cuál es la definición de feminicidio más allá de que se use cotidianamente? “Feminicidio o femicidio es un neologismo creado a través de la traducción del vocablo inglés femicide y se refiere al asesinato de mujeres por razones de género.” El caso Barreda no tiene una connotación de género, aun cuando eran todas mujeres las fallecidas. Es un caso de psicosis, y el criterio utilizado para el asesinato, se encuentra dentro de la trama misma de su ideación delirante, y que por ende es enteramente individual.
Es complejo, ya lo sé, incluso para seguir una línea de redacción, porque son temas controversiales y con muchas aristas sin resolver ni afilar. No obstante, es importante que desnaturalicemos, incluso, los intentos mismos de desnaturalizar. Nunca más pertinente la alegoría de la caverna de Platón

CONCLUSIONES:

Así como yo he tenido que problematizar mis propios prejuicios para trabajar temáticas de diversidad sexual desde mi posición heterosexual, muchxs feministas debieran problematizar sus propios atravesamientos subjetivos, para evaluar como su propia subjetividad condiciona y determina la visión sobre las problemáticas de género.

El feminismo no puede ni debe ser, sin integrar a los hombres en su lucha.

Considero la aplicación de la ESI como fundamental para que tantos mujeres y hombre, empiecen a problematizar no solo el machismo y el patriarcado, sino la forma reactiva de entender el feminismo.

Lxs psicoanalistas debieran tenerse en cuenta en estas discusiones. Es evidente la relación que existe entre el discurso feminista (no serio) con el discurso histérico (conceptos de Lacan y que no corresponden a términos del sentido común).

La construcción de una perspectiva de equidad y derechos, no puede estar basada en procedimientos explícitos o implícitos que segreguen o estigmaticen al otro.

Con respecto al concepto de violencia de genero, es importante que podamos diferenciarlo de vínculos violentos, y de violencia a secas. 

Es necesario que la mirada masculina y heterosexual se atenida en cuenta en la estrategia feminista.



por Luciano Palacios