Hace ya casi 6
años que vengo trabajando en el campo de intersección entre esos tres que le
dan título a esta nota, y nunca he dejado de sorprenderme con cuanta vehemencia,
cinismo e incluso hipocresía y perversión, más de un profesional o funcionario público
hace y dice en relación a los pibes en situación de vulnerabilidad social.
Estos últimos son aquellos con los cuales el estado (ong, organismos gubernamentales,
etc.) termina teniendo más responsabilidad que la propia familia de los niños, debido a que justamente son parte de la misma situación
de vulnerabilidad, ya sea como victimarios o como víctimas, y por lo tanto no
pueden garantizar el cumplimiento de los derechos de niñez y adolescencia que
incluso están legislados en todos los niveles de responsabilidad política, y
que también atraviesan la ética profesional de aquellos que trabajan en este ámbito.
A pesar de las
legislaciones, a pesar de la flamante ley provincial 13.298, y a pesar de todo lo
discursivo, en lo concreto, nos seguimos cagando en los derechos de los chicos.
No se habla ya de las problemáticas que los atraviesan y de cómo poder
intervenir sobre ellas, sino que ahora han pasado a ser en la praxis, un “objeto”,
una mercancía, un objeto de intercambio que solo tiene sentido desde una lógica
de “matricula”. Las instituciones y muchos funcionarios se preocupan mas por la
cantidad de chicos que asisten que por la calidad de intervención, ponen más el
acento en las relaciones de amistad y política entre referentes
institucionales, que en la supervisión de un correcto trabajo con ellos. Y ni
hablar de las mezquindades institucionales, del clientelismo político y de la
falta de autocrítica.
En este estado de
situación si envías un informe meramente preguntando por la salud de una joven
o un niño institucionalizado que asiste al programa donde vos trabajas, automáticamente
desencadena una serie de conductas autodefensivas por parte de aquellos que se
sienten interpelados, por aquellos que más allá de preocuparse por los chicos,
se preocupen por mostrar un paraíso institucional hacia afuera. Así comienza el
manoseo de los chicos. Nuevamente son re victimizados y sometidos a la
violencia institucional, porque los hacen callar, los retan, o los amenazan
para que no sean voceros y denunciantes de la falta del otro, del síntoma institucional,
y de la falta de compromiso de los técnicos que deben aportar su saber y
autoridad de adulto frente a todas las situaciones.
Así pasa también cuando
dirigís y militas una institución dentro de un gobierno, no solo desde lo
concreto cotidiano, sino también innovando prácticas, procedimientos y
proyectos, y que a tu jefe de área, o porque no está formado, o porque no le
interesa políticamente, o porque no está de acuerdo con tu identidad política, no te brinde el apoyo mínimo y necesario, como
así los recursos necesarios para continuar el trabajo por el simple hecho de
tener diferencias con vos. Una pelotudes
basada en la mezquindad política. En este caso en particular, el tiempo solo se
ha encargado en demostrar cual era la visión institucional que más se centraba
en los chicos.
Otro es el caso
en donde un pibe es expulsado de una comunidad terapéutica por el director de
la misma, debido a que simplemente “se portaba mal”. Es decir, sin ningún fundamento
serio, ya que justamente el reto institucional debiera ser poder trabajar con
los chicos que más dificultades tienen, y no con aquellos que desde cualquier
otro lado son contenidos o abrigados por otras personas. La decisión del
director fue individual y no incluyo mi opinión. Un mes más tarde me entero por
televisión que Diego lo mataron a sus 13 años en una villa de Ezeiza, lo cual
significo mi renuncia y un fuerte aprendizaje acerca de la responsabilidad que
tienen las personas a cargo de instituciones que trabajan con chicos. Muchas
veces se trata de cuestiones de vida o muerte.
Hay mucha gente
en los lugares incorrectos y eso me da mucha impotencia, y no sinceramente
porque yo lo haría mejor, sino porque ellos deberían hacerlo lo mejor posible
centrando su atención sobre los chicos.
Tal vez esto que
escribo me sirva más a mí que a uds., tal vez era una necesidad de descarga o
una exigencia de simbolización frente a las cosas que me pasan. Tal vez haya
sido una consecuencia de la reunión de esta mañana.
O tal vez, solo
tal vez sea miedo a ser cómplice de lo mismo que critique siempre… cómplice en
el no hacer nada, o cómplice en el hacer porque me mandan y es mi trabajo, o cómplice
porque sienta que no me queda otra… a veces me da miedo… mis valores y mi ética
hacen lo que soy, y tengo miedo de ser otros… esos otros que no me caen bien…
Muchos veces estar
entre los pibes, y lo político con lo técnico-profesional es estar entre la
pared y dos espadas… es una tensión que no es fácil de resolver, ni de
transitar… y que a muchos le queda grande…
Ese es mi reto
actual, y tal vez mi responsabilidad política futura en el caso que me toque algún
dia estar en un cargo público.
Con miedo, con
inseguridades, con errores, con broncas, con mucha impotencia, con todo lo negativo
en juego, sigo creyendo que la política honesta y responsable es la mejor herramienta
de cambio social que los humanos tenemos, y que el saber técnico-profesional es
la brújula que debe orientar la practica política de organizar y gestionar.
Ojala algún día
nos demos cuenta que nosotros hacemos los profesionales que tenemos y nosotros creamos
a los políticos que nos gobiernan… así como un alumno posibilita el rol de
maestro….
Bendita sea la letra…
y su poder de curar…
(Publicación sin
revisar)